Hoy empezó bien y tranquilo, maravilloso día soleado, mucha lectura y reflexión.
Me encontré con unos amigos, y de aquí la vida fue de bajada...
Uno de ellos estaba de malas. Armamos una fogata: odio el olor de las fogatas, se impregna en la ropa, en el pelo y en la piel, me molesta, pero aun así trate de aguantar, me senté lejos y ahí íbamos.
Empezó a hacer frío, mucho frío.
De pronto no me fijé y estrellé mi rodilla con una mesa y exploté. ME DUELE ME DUELE ME DUELE. AHHHHHH. HACE MUCHO FRÍO. ME DUELE LA RODILLA!!!!!!!!!! AHHHHHHH!!! TENGO MUCHO MUCHO FRÍO. Y NO NO ME GUSTAN LAS FOGATAS, ODIO EL OLOR.
Y así termina mi primer intento. Mañana será otro día.
No es tan fácil no quejarse, quizás la mayor razón por la que tardé tanto en quejarme fue el vivir sola, así que no se alimentan constantemente las frustraciones, y quejarse representa mucho esfuerzo. Pero poder ver la vida y su lado bueno es maravilloso. ¡Euforia total!
Dicen mis amigos que nunca me habían visto tan eufórica por tanto tiempo, y claro en el momento en que me golpeé la rodilla y empecé a quejarme, dicen que todo cambio, que yo cambié, pero es parte de lo mismo, la negatividad de quejarme. No sé si se le pueda atribuir mi euforia al reto, creo que es más la maravillosa e inspiradora clase que llevo de periodismo 2, que es más literatura documental, me tiene extasiada, entusiasmada y completamente inspirada; a esto hay que incluir un poco del reto y de la idea de ver lo bueno. Por eso el reto no termina y es constante. Por eso mañana comienzo de nuevo.
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